domingo, 29 de noviembre de 2009

CAPÍTULO II


Servicios y Sufrimientos
1649-1651
Iba hacia Nottingham en compañía de varios Amigos, un Primer día por la mañana, para celebrar allí una reunión; cuando desde la cima de una montaña que dominaba la ciudad me detuve a observar el campanario de la iglesia; y me dijo el Señor, "Tú tienes que ir ahí a clamar contra el gran ídolo y contra los adoradores que ahí están." Mas sin decir nada de esto a los Amigos que conmigo estaban, seguí con ellos hasta el lugar de la reunión, donde el poder del Señor fue entre nosotros, y en Él los dejé, marchándome a la iglesia. Cuando llegué la gente allí reunida parecía un campo árido y el sacerdote sobresalía en el púlpito como un promontorio de tierra. Había tomado como texto para su sermón aquellas palabras de Pedro que dicen, "Tenemos también la Palabra profética más permanente, a la cual hacéis bien de estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro hasta que el día esclarezca, y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones." Y explicaba al pueblo que esta Palabra era las Escrituras, a las que debían sujetar todas sus doctrinas, religiones y opiniones. Al oír esto, tan poderoso fue sobre mí el poder del Señor y tan fuerte en mí que no me fue posible contenerme y gritando dije, "Oh, no, esto no es las Escrituras" y les expliqué lo que era, o sea, el Espíritu Santo que inspiró las Escrituras a los hombres santos de Dios, y al cual tienen que supeditarse opiniones, religiones y juicios, porque ello guía a la verdad absoluta dando así el conocimiento de toda verdad. Los judíos también tienen las Escrituras y, sin embargo, se resisten al Espíritu Santo y rechazan a Cristo, la estrella resplandeciente de la mañana, y persiguiendo a Cristo y a sus Apóstoles tomaron sobre sí el ajustar sus doctrinas a las Escrituras, pero erraron en su juicio y no las ajustaron bien porque lo hicieron sin el Espíritu Santo. En esto estaba, cuando se presentaron los guardias y sacándome de allí me llevaron a una cárcel sucia y hedionda de tal manera, que el hedor de su letrina llagaba hasta mi celda llevado por el viento, y este hedor penetrando por mi nariz y garganta, poco faltó para que me asfixiara.
Así comienzan las muchas y con frecuencia horriblemente crueles persecuciones contra Fox por sus convicciones religiosas que estaban en conflicto con las religiones protestantes establecidas en ese tiempo. Habían muchas sectas dominantes: bautistas influenciados por Calvin, calvinistas independientes, calvinistas presbiterianos y anglicanos. Los anglicanos tenían mucha práctica en perseguir católicos y vice versa, mientras que Calvin pensaba que era una cosa santa quemar a los herejes. Lo siguiente es sacado de Una Apología Cristiana:
Aunque Calvin dijo que "la conciencia está libre del poder de todos los hombres." Si es así, ¿por qué hizo que Castellio fuera desterrado, porque él no podía, por causa de su conciencia, creer como él creía, que Dios había ordenado a los hombres a ser malditos? Y mandó a Servetus a ser quemado, por negar la divinidad de Cristo, si es que se puede creer el reporte de Calvin acerca de él, la cual opinión, aunque de verdad era para ser abominada, aún así era la práctica de Calvin, al causar que fuera quemado, y después defendiendo que era lícito quemar a los herejes, por lo cual él incitó aún más a los papistas a llevar a sus seguidores más confidamente a la estaca, como habiendo tenido como su garantía la doctirna del maestro de su propia secta, con la cual ellos no dejaron de tomarles el pelo frecuentemente, y de verdad que era para ellos incontrovertible. Así, en esta ocasión, el juicioso autor de la Historia del Concilio de Trento (en su quinto libro donde da un informe de varios protestantes que fueron quemados por su religión) observa sabia y apropiadamente que "asombrosamente, aquellos que son de la nueva Reforma ofrecieron castigar en el caso de la religión": y después, tomando nota de que Calvin justifica el castigo de los herejes, él añade: "Pero ya que el nombre de la herejía puede estar más o menos restringido, sí o tomado de varias maneras, esta doctrina puede ser tomada de la misma manera en varios sentidos, y puede en alguna ocasión herir aquellos que en otras ocasiones podrían haber sido beneficiados."

De manera que esta doctrina de persecución no puede ser mantenida por los protestantes, sin fortalecer las manos de los inquisidores papistas, y en verdad, al final, llega a ser directamente papería.
La teología puritana de Calvin afectó a los presbiterianos, bautistas, y calvinistas independientes [quienes seleccionaron a su clero independientemente de cualquier autoridad sectaria]. Los puritanos siempre fueron una influencia fuerte en el gobierno por toda Inglaterra, y en poco tiempo iban a tomar la corona en una guerra civil entre los parlamentarios puritanos y el rey con sus partidarios monárquicos. Siendo que su fundador estaba defendiendo el asesinato de aquellos que no estaban de acuerdo con sus ideas religiosas, los puritanos estaban predispuestos a matar, encarcelar, y robar a los cuáqueros.

Los anglicanos, habiendo sido organizados como iglesia para justificar los deseos del rey Enrique VIII por nuevas esposas, estaban similarmente acostumbrados a asesinar a cualquiera que cuestionara su autoridad religiosa o la de su gran rey, estando toda su justificación basada en eliminar la interferencia de papa sobre el derecho divino de los reyes para reinar sobre su territorio soberano sin ser cuestionados.

Así se preparó el terreno para los actos de los que Fox llamó "la generación más brutal de perseguidores religiosos en la historia de la tierra", todos dirigidos a los cuáqueros quienes nunca contraatacaron, nunca se vengaron, oraron por sus perseguidores, y razonaron con ellos - pero nunca protestaron o se opusieron a los cinco diferentes gobiernos que tenían poder durante sus persecuciones. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos; y así ellos lo recibieron.
Pero esto no impidió que aquel día el poder del Señor sonara en los oídos de la gente de modo tal, que sorprendidos de su voz continuaron oyéndola por mucho tiempo, tan a lo profundo les llegó el poder del Señor en la iglesia. Llegada la noche, me llevaron ante el alcalde, regidores y alguacil de la ciudad y, aunque cuando me introdujeron a su presencia, el alcalde estaba colérico e impertinente en extremo, el poder del Señor lo apaciguó. Me interrogaron largamente, explicándoles yo como fue que el Señor me había impulsado a venir; y después de cruzarse entre nosotros algunas razones, me mandaron otra vez a la prisión: mas poco después, el alguacil principal, John Reckless, me mandó a buscar para que me llevasen a su casa, y cuando entré en ella, su mujer, que me esperaba en el vestíbulo, dijo, "La Salvación viene a nuestra casa", y tomándome de la mano, se la veía embellecida por el poder del Señor Dios; y su marido y los niños y los sirvientes también estaban todos muy cambiados, porque el poder del Señor era en ellos. Viví entonces en casa del alguacil y celebramos en ella grandes reuniones a las que asistieron algunas personas de elevada condición social en el mundo, y se apareció eminentemente entre ellos el poder del Señor.
Un día, este alguacil mandó por el otro alguacil y por una mujer con la que ambos habían tenido tratos, en cuestiones de negocios, y delante del otro alguacil dijo a la mujer que habiéndola engañado en sus tratos con ella (ya que él y el otro alguacil eran socios) estaban obligados a restituirle lo que en justicia le debieran; esto dijo, alegre en gran manera, mas el otro lo desmintió y la mujer aseguró que no sabía de que le estaba hablando; sin embargo, el alguacil honesto insistió en que así era y que bien lo sabía el otro, y, habiendo descubierto el asunto, reconoció el mal que ambos habían cometido y devolviendo a la mujer cuanto él por su lado le debía, exhortó al otro alguacil a que hiciese lo mismo.
El poder del Señor que moraba en este alguacil honesto, operó en él un fuerte cambio, y tuvo grandes revelaciones. Un día, que era de mercado, se paseaba conmigo por la habitación, en zapatillas, cuando de repente me dijo, "Yo tengo que ir al mercado a predicar al pueblo el arrepentimiento", y así como lo dijo se fue, tal como estaba en zapatillas, al mercado y por las calles predicando el arrepentimiento; y como otras varias personas de la ciudad, se habían también sentido inspiradas de ir a hablar al alcalde y a los magistrados y a la gente, exhortándolos a todos al arrepentimiento, resultó que a consecuencia de todo ello los magistrados indignados, dieron orden de que me fuesen a buscar a casa del alguacil y de que me metiesen en la cárcel común. Cuando llegó la vista, uno hubo que se ofreció por mí, cuerpo por cuerpo y la vida incluso; mas cuando fue que tenía yo que ser llevado a presencia del juez, su cedió que el hombre mandado por el alguacil se retrasó algo en conducirme a la casa de sesiones, y cuando llegamos, el juez se había ya marchado; pero por lo que pude comprender, el juez, que estaba molesto conmigo, había dicho que bien hubiera amonestado a ese joven si se lo hubiesen puesto delante, llamándome así porque entonces estaba yo detenido bajo el nombre de "el joven." En resumen que me volvieron a llevar preso, y me metieron otra vez en la cárcel común. Sin embargo, el poder del Señor era grande entre los Amigos; pero el pueblo se amotinó y el gobernador del castillo tuvo que mandar soldados para que lo dispersara, después de lo cual se tranquilizó; pero así sacerdotes como seglares estaban atónitos de como se manifestaba el poder del Señor, volviéndose piadosos varios de los sacerdotes y confesando algunos el poder del Señor.
Después que hube salido de la prisión de Nottingham, en donde pasé algún tiempo, seguí viajando como antes al servicio del Señor. Estando en Mansfield, fui un día al asilo de aquella localidad, y vi allí a una mujer perturbada, con el pelo todo desgreñado, a la que el médico intentaba sangrar inútilmente, pues a pesar de que estaba atada y de que varias personas la sujetaban violentamente, no conseguía sacarle sangre. Entonces yo pedí que la soltasen y que la dejasen sola, pues comprendí que ninguna de aquellas personas podía llegar al espíritu que tenía dentro y que la estaba atormentando. La soltaron, y sintiéndome inspirado le pedí en nombre del Señor que se tranquilizase, a lo cual obedeció, y después que le hube hablado, el poder del Señor serenó su mente, se curó, y mas tarde recibió la Verdad en la que perseveró hasta su muerte; siendo así honrado el nombre del Señor, al que pertenece la gloria de todas sus obras. Muchas cosas grandes y maravillosas fueron llevadas a cabo, en aquellos días, por el divino poder; porque desnudando el Señor su brazo omnipotente, manifestó su poder, para asombro de muchos, que vieron como por su virtud curativa muchos fueron librados de grandes enfermedades y los malos espíritus fueron sujetos por su nombre, de lo cual pueden citarse ejemplos particulares, que fueron más de lo que este siglo descreído merece. Mas bendito sea eternamente el nombre del Señor, e infinitamente honrado, y sobre todo ensalzado y magnificado sea el brazo de su glorioso poder, por el cual tantos hechos gloriosos El ha llevado a cabo; y dejemos que el honor y renombre de todas sus obras, a El solo sean adscritos.
Estaba en el asilo de Mansfield, un Primer día, cuando me sentí impulsado a ir a la iglesia a declarar la Verdad al sacerdote y a la gente; pero cuando llegué la gente cayó sobre mí con tal rabia, que tirándome por el suelo poco faltó para que sofocándome no me ahogaran, y pegándome cruelmente con las manos, las Biblias y bastones me levantaron luego, a pesar de lo difícil que me era el tenerme en pie, y me pusieron en un cepo donde me dejaron por varias horas, y trayendo después los látigos que usan para los perros y para los caballos, me amenazaron con darme de latigazos, y me tiraron piedras mientras estaba sentado en el cepo. Pasadas unas horas, me llevaron a presencia del magistrado, que estaba en casa de un caballero de alta condición social, donde había también muchas personas importantes, los cuales al ver los malos tratos de que había sido víctima, me pusieron en libertad después de amonestarme mucho. Pero la gente ruda me echó del pueblo apedreándome y amenazándome con pistolas, por haberles predicado la Palabra de Vida. Mucho me costó después andar o sostenerme en pie a causa de lo magullado que estaba, y con gran esfuerzo conseguí andar cerca de una milla, encontrándome entonces con una gente que me dio ayuda y consuelo, pues también internamente estaba magullado, mas el poder del Señor vino a mí y me curó de todos mis males, sintiéndome muy feliz porque aquel día algunos se convencieron de la Verdad del Señor, volviendo a sus enseñanzas.
Entonces me fui de Nottinghamshire a Leicestershire, con varios Amigos que me acompañaban. Habían algunos bautistas en ese lugar, a los cuales yo deseaba ver y hablar con ellos porque ellos se habían separado de la adoración pública. Por lo tanto Oats, uno de los maestros principales, y otros de los directores de ellos, con varios de su compañía, vinieron a encontrarse con nosotros en Barrow, donde nosotros disertamos con ellos. Uno de ellos dijo, 'lo que no era de la fe, era pecado.' Después de lo cual yo les pregunté, ¿qué es la fe? Y ¿cómo fue creada en el hombre? Pero ellos perdieron el interés en ello, y hablaron acerca de su bautismo en agua. Entonces yo les pregunté si su montaña de pecado había sido derribada, y rebajada en ellos. Y si sus caminos ásperos y torcidos habían sido hechos lisos y derechos en ellos. Ellos vieron las escrituras como que significaban montañas y caminos externos; pero yo les dije que ellos los tenían que encontrar en sus propios corazones; a lo cual ellos parecieron maravillarse. Nosotros les preguntamos, ¿quién bautizó a Juan el Bautista? ¿quién bautizó a Pedro, Juan y el resto de los apóstoles? Y les probamos con las escrituras que ellos fueron bautizados en agua: pero ellos estaban en silencio.
Comentarios del Editor del Sitio: Al comienzo de la iglesia primitiva, ellos (particularmente Pedro) mantuvieron la circuncisión judía, las leyes dietéticas, y la costumbre judía de ritos de purificación de agua - conocido por los cristianos como el bautismo de agua de Juan. Pedro incluso forzó estas prácticas sobre los gentiles, hasta que el Espíritu Santo lo corrigió en comida, Pablo lo corrigió, y el concilio de los apóstoles establecieron paustas diferentes para los gentiles. Ya que tanto Cristo como Juan el Bautista hablaron de un mejor bautismo, este bautismo fue eliminado más tarde como práctica cristiana y la fe mantuvo un bautismo, el bautismo de fuego o del Espíritu Santo.

Juan dijo: Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Mat 3:11
Jesús dijo: Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días. Hechos 1:5
Pablo dijo: un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, Efe 4:4-5
Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; 1 Cor 1:17.

Claramente el un bautismo que se necesita es el fuego del Espíritu Santo, el cual circuncida el corazón, desplomando el pecado y la iniquidad, y quita el cuerpo de muerte y pecado de la carne para que estemos sin pecado. Aunque debe ser evitado como un ritual innecesario, el bautismo de agua no es dañino, a menos que ustedes piensen que de alguna manera éste los hace justos, impidiéndoles así que busquen la justicia, el cual mandato es la prioridad principal de Cristo: "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia."

La mayoría de las sectas consideran el "bautismo" también como un sacramento, o simplemente bautismo de los niños, usualmente cobran honorarios por un curso (sigan el dinero). No hay absolutamente ninguna base escritural para el bautismo. Éste se deriva de una creencia equivocada que que uno debe ser bautizado en agua para ser 'salvo' y por lo tanto se aplica también a los niños. Dios no es tan injusto que va a desterrar a un niño que no fue rociado con agua, e incluir a otro que haya sido rociado o sumergido - eso lo convertiría en un Dios que juzga basado en un detalle técnico o ritual ridículo, completamente sin equidad y justicia. Además asume que los niños necesitan ser 'salvados', lo cual también es una tontería. ¿Qué pecado han cometido los bebés?
Finalmente, con respecto al bautismo de agua secundario, la así llamada confirmación: No hay apoyo de las escrituras para esto tampoco, aparte de una imitación barata del Bar Mitzvah judío. Es una completa invención del hombre en la secta romana, presuponiendo que el inventado bautismo de niños no es suficiente para mantener una persona que está madurando suficientemente salvada.
Entonces les pregunté, considerando a Judas, quien negó a Cristo, y fue llamado el hijo de la perdición, se había ahoracado, ¿cuál era el hijo de perdición del cual habló Pablo, quien estaba en el templo de Dios, exaltado sobre todo lo que se llama Dios? ¿Y qué templo de Dios era, en el cual se sentó el hijo de perdición? Y si el que traiciona a Cristo dentro de sí mismo, no es de la misma naturaleza de Judas quien traicionó a Cristo en Jerusalén. Pero ellos no sabían qué pensar de esto, ni qué decir. Así que después de discutir nos separamos; y alguno de ellos eran amables con nosotros.
En el siguiente Primer día de la semana nosotros vinimos a Bagworth, y fuimos a una iglesia adonde habían ido algunos Amigos; y las personas los encerraron, y a sí mismos también con los sacerdotes. Pero después que el sacerdote había terminado de hablar, ellos abrieron la puerta, y entraron tambíen, y tuvieron un servicio para el Señor entre ellos. Después de esto nosotros tuvimos una reunión en la ciudad entre varios de los que tenían una opinión alta de su espiritualidad. Continuaba viajando cuando oí de una gente que estaba en la cárcel, en Coventry, por cuestiones religiosas, y mientras iba de camino para la prisión la palabra del Señor vino a mí, y me dijo. "Mi amor fue siempre para ti, y tú estás en mi amor", y me sentí maravillado con el sentimiento del amor de Dios y muy fortalecido interiormente; pero así que llegué a la cárcel en donde aquellos presos estaban, me sentí como paralizado por un gran poder de tinieblas, y me quedé sentado, con el espíritu recogido en el amor de Dios. Al fin los presos empezaron a blasfemar y a disparatar, lo que ofendía mucho a mi alma, diciendo que eran Dios y otro por su cuenta gritaba "No podemos resistir tales cosas"; cuando estuvieron calmados me puse en pie y les pregunté, si tales ideas eran suyas o si las habían sacado de las Escrituras, a lo que me contestaron que de las Escrituras; había allí una Biblia y les pedí que me mostraran de que pasaje, y me mostraron aquél de como a Pedro le fue bajad o del cielo un lienzo atado por los cuatro cabos lleno de animales que le eran ofrecidos para que los comiera, a lo cual se negó diciendo que eran inmundos, y entonces una voz le dijo "Lo que Dios limpió no lo llames tú inmundo," y cuando les demostré que esto no apoyaba en nada sus ideas, me mostraron otro pasaje que dice de que Dios reconcilia todas las cosas en Sí mismo, cosas en el cielo y cosas en la tierra, y también les dije que conocía este pasaje y que tampoco apoyaba sus ideas. Entonces viendo que decían que eran Dios, les pregunté si sabían si llovería al día siguiente y contestaron que no lo podían decir; volví a preguntarles si creían que siempre estarían en el mismo estado o si cambiarían, y me volvieron a responder que tampoco lo podían decir, y entonces yo les dije, que Dios podía decirlo y que Dios no cambia, "mientras que vosotros decís que sois Dios y, no obstante, no podéis decir si cambiaréis o no." Y ante esto, se quedaron confundidos y en paz por algún tiempo. Después que los hube reprendido por sus expresiones blasfemas, me marché porque me había dado cuenta de que eran Ranters. Nunca me había encontrado con ninguno, y admiré la bondad del Señor por habérseme aparecido antes de que estuviera entre ellos. No mucho más tarde, uno de estos Ranters, cuyo nombre era Joseph Salmon, escribió un papel o libro retractándose, por lo cual los pusieron en libertad.
En otra ocasión, estaba a dos millas de Atherstone, en Warwickshire, cuando oí tocar la campana del mercado anunciando que había sermón, y esto me irritó, y sentí el impulso de ir a la iglesia; cuando llegué encontré que estaba allí hablando un hombre, y mientras yo estaba entre el gentío, la gloria y la vida brillaban sobre todo y me coronaban. Terminado que hubo el sacerdote, hablé, a él y a la gente, la Verdad y la luz que les dejó ver todo cuanto habían hecho; y hablé de su Maestro que está dentro de ellos y de como el Señor vendría a enseñarles, Él mismo; y todo esto los llenó de confusión y de rabia y dijeron a mis parientes que estaba loco y que me debían de atar, lo que a estos los puso furiosos, pero la Verdad fue sobre todo.
Entonces me fui a Market-Bosworth donde también había sermón. El que predicaba ese día era Nathaniel Stephens, sacerdote del pueblo donde yo nací, el cual se puso furioso cuando yo hablé, a él y a la gente, y les dijo que yo estaba loco (a pesar de que antes había dicho a un tal coronel Purfoy que nunca había brotado planta semejante en Inglaterra) y les pidió que no me escuchasen; y entonces el pueblo instigado por este sacerdote impostor cayó sobre nosotros y nos echó del pueblo a pedradas, si bien que no nos hicieron mucho daño y que, a pesar de esto, algunas personas se volvieron misericordiosas aquel día y otras se confirmaron en la fe al ver la furia de sacerdotes y eclesiásticos; y las hubo incluso que gritaron al sacerdote que no era capaz de probar su ministerio.
A medida que viajaba por mercados, ferias y diversos lugares, veía muerte y tinieblas en todos aquellos que no habían temblado por el poder del Señor. Pasando por Leicestershire, llegué a Twy-Cross donde encontré a dos aduaneros y el Señor me hizo ir a ellos para advertirles de que no oprimiesen a los pobres, y el pueblo se conmovió por esto. Había en esta ciudad un hombre muy importante que sufría una larga enfermedad, habiendo sido ya desahuciado por los médicos; algunos Amigos de allí quisieron que fuese a verlo, a lo que accedí, y subí a su cuarto y le hablé la palabra de vida, y sintiéndome inspirado rogué por él al Señor que oyendo mi ruego le devolvió la salud; mas cuando bajaba las escaleras para ir al cuarto de abajo y estaba hablando con los criados y con algunas personas de fuera que allí estaban, uno de sus sirvientes salió iracundo de un cuarto inmediato con un espadín desnudo en la mano, y lanzándose contra mí, que estaba desprevenido, lo puso contra mi costado. Me quedé mirándolo fijamente y le dije, "Desgraciado de ti, pobre criatura; ¿qué quieres hacerme con tu arma carnal? que para mí no es más que una paja." Los presentes estaban alarmadísimos y él se escurrió lleno de ira y confusión, y cuando su amo se enteró de lo ocurrido, le despidió de su servicio. De este modo el poder del Señor me guardó y elevó al hombre que de acuerdo con mi creencia y fe, había yo antes visto tan débil, el cual después sintió mucho amor por los Amigos, y cuando de nuevo volví a aquella ciudad, vinieron a verme él y su mujer.
Después de esto, sentí la inspiración de ir a Derbyshire, donde el fuerte poder de Dios estaba entre los Amigos. Y me fui a Chesterfield, donde un tal Britland estaba de sacerdote, el cual veía más allá que los sacerdotes en general, por haber sido en parte convencido y haber hablado mucho en favor de la Verdad antes de que fuera a Chesterfield de sacerdote; pero cuando el sacerdote de esta ciudad murió, tomó el beneficio eclesiástico vacante ahogándose su espíritu con ello. Yo sentí la inspiración de hablarle, así como a la gente, en el gran amor de Dios, de que ellos podían evadirse de las enseñanzas de los hombres para ir a las enseñanzas de Dios, y a él le fue imposible contradecirme, lo cual no fue obstáculo para que me llevaran a la casa de corrección; pero no pasó mucho tiempo sin que el juicio del Señor fuera sobre este sacerd ote, que destrozado murió; llegada la noche, los oficiales junto con el guarda nos sacaron de la ciudad dejándonos que nos las ingeniáramos como pudiésemos.

El sacerdote Stephens de Drayton, mi ciudad natal, predicó y dijo a mis parientes que yo había sido arrebatado al cielo en un torbellino, y después se supo que poseía cantidad de oro y plata; en consecuencia mis parientes me escribieron que fuera pues querían convencerse de que estaba en la tierra; enseguida contesté a su carta y enseñaron mi respuesta al sacerdote, el cual dijo. "Una carta la puede escribir cualquiera, mas ¿dónde está el hombre?" Y entonces mis parientes llegaron a la conclusión de que así era, porque, ellos dijeron, "cuando se fue de nosotros, tenía con él gran cantidad de oro y plata." Después de esto me fui a casa.
Estaba en Derby viviendo en casa de un Doctor, cuya mujer se había convencido al igual que otros varios de la ciudad, cuando, paseándome, un día por mi habitación, oí tocar la campana, que de oírla solo se me destrozaba la vida; pregunté a la señora de la casa por que tocaba y me dijo que había gran sermón ese día, al que asistían varios oficiales del ejército, sacerdotes, predicadores y un coronel que también era predicador. Entonces, por voluntad del Señor, me fui al sermón en compañía de dos más, y cuando el sacerdote hubo terminado, les hablé de lo que el Señor me mandó que les hablara, escuchándome todos en gran silencio; pero en esto vino un oficial y cogiéndome de la mano me dijo, que así yo como los otros dos que estaban conmigo teníamos que ser llevados ante los magistrados. Y era cerca de la primera hora después del mediodía cuando nos introdujeron a su presencia. Me preguntaron por qué razón habíamos ido a la iglesia, y yo les contesté que Dios nos había ordenado que así lo hiciésemos, añadiendo después que "Dios no habita en templos hechos de mano" y que todas sus predicaciones, bautismos y sacrificios no los santificarían nunca, y les pedí que buscaran a Cristo en sí mismos y que no buscaran a los hombres porque Cristo es el que santifica. Y como entonces se pusiesen a hablar todos a una, les dije que no eran ellos para discutir a Dios o Cristo sino para obedecerle. Ante el poder del Señor que tronaba sobre ellos, volaron cual paja en el viento; me sacaron de la habitación, me volvieron a meter, me atropellaron de un lado a otro, y duró el interrogatorio desde la hora primera hasta la novena en la noche, y más de una vez me dieron arrebatos de ira porque intentaron mofarse de mí. Me preguntaron al final si es que yo estaba santificado. "¡Santificado!" respondí, "Sí, santificado por estar en el paraíso de Dios." Entonces me preguntaron si es que en mí no había pecado, y dije yo, "¡Pecado! Cristo mi Salvador ha quitado mi pecado, y en El no hay pecado." Preguntaron luego como sabíamos que Cristo moraba en nosotros, y yo respondí, "Por Su Espíritu, que El nos ha dado." Entonces ellos poniéndonos en tentación, nos preguntaron si alguno de nosotros era Cristo, y yo dije "No; nosotros no somos nada, Cristo lo es todo." Y añadieron "Si un hombre roba, ¿no es ello pecado?" y yo afirmé "Todo lo que es inicuo, es pecado." Cuando al fin se cansaron de interrogarme, decidieron mandarnos por seis meses, a mí junto con otro, a la casa de corrección de Derby, por blasfemos, como puede verse por el decreto de prisión que sigue a continuación.
Al gobernador de la casa de corrección en Derby, salutaciones:

Nosotros, junto con este decreto, les mandamos las personas de Jorge Fox, últimamente en Mansfield, condado de Nottingham, y Juan Fretwell, últimamente en Stainsby, condado de Derby, hacendado, traídos a nuestra presencia en el día de hoy, y acusados de haber confesado públicamente y divulgado diversas opiniones contrarias a la última Acta del Parlamento; lo cual, habiendo sido interrogados ante nosotros, han confesado. Nosotros, en consecuencia, les requerimos para que en virtud de lo aquí escrito, ustedes recibn a los ya mencionados Jorge Fox y Juan Fretwell, bajo su custodia y que en esa los guarden en seguridad durante el espacio de seis meses sin fianza o fiador o hasta que ellos lleguen a encontrar suficiente seguridad de que serán de buena conducta o bien que de ahí tengan que ser entregados por orden que de nos viniere, en lo que ustedes no habrán de faltar. Dado por nuestras manos y sellos hoy día 30 de Octubre de 1650.
Ger. Bennet
Nath. Barton
Como los sacerdotes se entregaron con todo entusiasmo a predicar desde sus púlpitos el pecado como término de la vida; y mucho de su obra consistía en abogar por él; resultó que la gente decía de mí "Nunca oímos otro igual." Pasado algún tiempo, el otro que estaba preso conmigo, no manteniéndose fiel a lo que había declarado, se procuró la amistad del carcelero y por medio de él hizo llegar al juez, que deberían de dejarlo salir para ir a ver a su madre; y así consiguió su libertad, corriendo el rumor de que había tenido que decir que yo lo había sugestionado y engañado; pero mi espíritu se fortaleció cuando este hombre se hubo marchado. Eclesiásticos, sacerdotes, jueces y el carcelero, estaban todos furiosos contra mí. El carcelero vigilaba mis acciones y también mis palabras, haciéndome algunas veces preguntas con la intención de cogerme en falso, y más de una vez me hizo preguntas tan tontas como, por ejemplo, si la puerta tenía puesto o no el seguro, creyendo que así me podría sacar de repente alguna respuesta irreflexiva de la que pudiera sacar partido para acusarme de pecado; pero yo me mantenía atento y puro de manera que no pudiesen sacar ventaja alguna de nada de lo que hiciese, de lo cual mucho se admiraban.
Poco tiempo después de mi encarcelamiento, sentí la inspiración de escribir a los sacerdotes y a los magistrados de Derby.
Oh Amigos,

Fui enviado a decirles, que si ustedes hubieran recibido el evangelio libremente, ustedes lo ministrarían libremente sin dinero o precio; pero ustedes hacen un comercio y venta de lo que los profetas y apóstoles han hablado; y ustedes corrompen la verdad y el poder. Así como Jannes y Jambres resistieron a Moisés, así ustedes resisten la verdad; siendo hombres de mentes corruptas, condenados con respecto a la fe. Pero ustedes no irán más lejos; porque la locura de ustedes será hecha manifiesta a todos los hombres, como lo fue la de ellos. Más aún, el Señor me envió a decirles, que él busca frutos. Ustedes me preguntaron si la escritura era mi regla. No es la regla de ustedes, por la cual gobiernan sus vidas, sino que para hablarla con palabras. Ustedes son los hombres que viven en placer, orgullo y libertinaje, en plenitud de pan y abundancia de ociosidad; vean si éste no es pecado de Sodoma. Lot recibió a los ángeles; pero Sodoma tuvo envidia. Ustedes enseñan la naturaleza vanidosa; ustedes permanecen en los pasos de aquellos que crucificaron a MI SALVADOR, y se burlaron de él. Ustedes son sus hijos; ustedes muestran sus frutos. Ellos tenían el lugar principal en las asambleas, y ustedes también; a ellos les encantaba ser llamados rabí, y a ustedes también.

Jorge Fox
Le escribí a los magistrados que me encerraron, de esta manera.
Amigos,

Estoy obligado en el tierno amor que tengo por las almas de ustedes, a escribirles, y a suplicarles que consideren lo que ustedes hacen, y lo que los mandamientos de Dios piden. Él requiere justicia y misericordia, para romper cada yugo, y liberar a los oprimidos. Pero, ¿quién pide justicia, o ama la misericordia, o contiende por la fe? ¿No está el juicio volteado alrevés? ¿No está lejos la justicia? ¿No está la verdad siendo silenciada en las calles, o puede entrar la equidad? ¿No se hacen presa acaso aquellos que se alejan de del mal? ¡Oh! Consideren lo que hacen, con tiempo, y consideren a quién ponen en prisión; porque el magistrado está establecido para el castigo de los hacedores del mal, y para la alabanza de aquellos que hacen bien. Yo les ruego, con tiempo, tengan cuidado con lo que hacen; porque seguramente el Señor vendrá, y manifestará tanto a los que edifican como a la obra. Si es del hombre, fallará; pero si es de Dios, nada lo derribará. Por lo tanto, yo deseo y oro que ustedes consideren y tengan cuidado con lo que hacen, a menos que ustedes sean hallados luchando en contra de Dios.

Jorge Fox
Y cuando hube así esclarecido mi conciencia ante ellos, esperé en santa paciencia dejando los acontecimientos en manos del Señor, a cuya voluntad estaba yo entregado. Poco tiempo después, volví a sentir la inspiración de escribir a los jueces que me habían condenado, exponiéndoles su maldad para que pudieran arrepentirse. Uno de los que firmó el decreto de prisión, Nathaniel Barton, era coronel, juez y predicador.
Amigos,

Ustedes hablaron del buen camino antiguo, del cual habló el profeta; pero el profeta habló en contra de las abominaciones, las cuales ustedes sostienen. Si ustedes tuvieran el poder de Dios, no perseguirían al buen camino. Él que habló del buen camino estaba en el cepo. La genté dijo "fuera con él al cepo", por hablar la verdad. ¡Ah! ¡Gente necia que tienen ojos pero no ven, oídos pero no oyen, sin entendimiento! "¿No tendrán temor de mí, dijo el Señor, y no temblarán en mi presencia?" ¡Oh! ¡El orgullo y las abominaciones de ustedes son odiosos en los ojos de Dios! Ustedes son predicadores, tienen los lugares principales en las asambleas, son llamados maestros por los hombres. Tales cosas son y serán en contra de mi Salvador y Creador. Ellos cierran el reino de los cielos delante de los hombres; y ni entran ellos, ni ayudan a otros a entrar. Por lo tanto ustedes, que tienen sus lugares y caminan en sus pasos, recibirán una maldición más grande. Ustedes pueden decir que si hubieran vivido en los días de los profetas o de Cristo, que ustedes no los hubieran perseguido. Por lo tanto ustedes están testificando en contra de ustedes mismos, que ustedes son hijos de aquellos, siendo que ahora ustedes persiguen el camino de la verdad. ¡Oh! Consideren esto: hay un juez verdadero que le dará a cada no de ustedes una recompensa de acuerdo con sus obras. ¡Oh! ¡Preocúpense de donde están, ustedes que sostienen las abominaciones contra las cuales habló que el profeta verdadero! ¡Oh! ¡Bájense y siéntense en el polvo! El Señor viene con poder, y él hará caer a cualquiera que eleve, para que solamente él sea exaltado.
Después que hube escrito a todos a la vez, tomé algún respiro y luego escribí a cada uno por separado.
Al Juez Bennet en esta manera:
Amigo,

Usted que profesa a Dios y a Cristo con sus palabras, ponga atención a cómo usted lo debe seguir. Para quitar las cargas, para visitar aquellos que están en prisión, para mostrar misericordia, vista su propia carne, y comparta su pan con el hambriento; estos son los mandamientos de Dios. Sostener al huérfano, visitar a las viudas en sus aflicciones, y mantenerse sin manchas en el mundo, esta es la religión pura ante Dios. Pero si usted profesa a Cristo, y sigue la codicia y las preocupaciones terrenales, usted le niega en la vida, se engaña a sí mismo y a otros, y le toma como si fuera una capa. ¡Ay de ustedes hombres codiciosos y hombres ricos; lloren y clamen por la miseria que les sobrevendrá! Tengan cuidado con la codicia y la extorsión. Dios no las permite. ¡Ay del que codicia con codicia maligna, para poder poner su nido en lo alto, y acumular sobre sí prenda tras prenda! ¡Oh! No ame lo que Dios prohíbe. Usted es esclavo de aquello a lo cual obedece, ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia. Piense acerca de Lázaro y el hombre rico; uno comía suntuosamente todos los días, el otro era un mendigo. Asegúrese que usted no sea el hombre rico. No sea engañado, Dios no es burlado con palabras vanas. Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Velad debidamente, y no pequéis.

Jorge Fox
La del juez Barton era de esta manera:
Amigo,

Usted que predica acerca de Cristo y las escrituras en palabras. Cuando alguien llegue a seguir aquello de lo cual usted ha hablado, y a vivir la vida de las escrituras; aquellas peronas que predican las escrituras, pero que no viven de acuerdo a lo que predican, persígalos. Escuche a los profetas, Jesucristo y sus apóstoles, y todos los hombres santos de Dios; lo que ellos hablaron era de la vida: pero aquellos que no tenían la vida, sino las palabras, persiguieron y encarcelaron a los que vivían en la vida de la cual ellos se habían alejado.

Jorge Fox
Y de la misma manera que sentí en mí el escribir a los jueces y a los sacerdotes, sentí también el escribir al alcalde de Derby, que si bien no había firmado el decreto de mi encarcelamiento, no dejaba por eso de tener también su parte de culpa junto con los otros, en mandarme a la cárcel. A él le escribí de esta manera:
Amigo,

Usted ha sido puesto en su lugar para hacer justicia; pero, al encarcelarme, usted ha actuado contrario a la justicia, de acuerdo con su propia ley. ¡Oh! Tenga cuidado de agradar a los hombres más que a Dios, porque este es el camino de los escribas y fariseos: ellos buscaron la alabanza de los hombres más que la de Dios. Recuerde al que dijo, "Fui forastero, y no me recogisteis; estuve en la cárcel, y no me visitasteis." ¡Oh Amigo! Su envidia no es solamente en contra mía, sino en contra del poder de la verdad: Yo no tenía ninguna envidia hacia usted, sino amor. ¡Oh! Tenga cuidado de la opresión; "porque el día del Señor viene, ardiente como un horno; y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama." ¡0h amigo! Si el amor de Dios estuviera en usted, usted amaría la verdad, escucharía la verdad hablada, y no encarcelaría injustamente. El amor de Dios tolera y sufre y no envidia a ningún hombre. Si el amor de Dios hubiera roto sus corazones, ustedes mostrarían misericordia; pero ustedes muestran lo que los gobierna. Cada árbol muestra su fruto; ustedes muestran sus frutos abiertamente. Porque la borrachería, el perjurio, el orgullo y la vanidad gobiernan entre ustedes, tanto en los maestros como en la gente. Oh amigo, la misericordia, el juicio verdadero y la justicia, son pedidos en las calles: la opresión, la impiedad, la crueldad, el odio, el orgullo, los placeres, el libertinaje y la plenitud están en sus calles; pero los pobres son olvidados. ¡Oh! Tengan cuidado de los ayes. "¡Ay de la corona de la soberbia! Ay de los que beben vino en tazones, cuando los pobres están para perecer." ¡Oh, recuerde a Lázaro y el hombre rico! Uno comía deliciosamente todos los días, el otro era un mendigo. Oh, amigo, piense en estas cosas, porque están cerca; y considere si usted está en el estado del hombre rico.
Y también escribí al tribunal de justicia de Derby en la siguiente forma:
Siento la inspiración de escribirles, que tengan cuidado de no oprimir al pobre en sus tribunales, y de no poner cargas sobre los pobres que no pueden soportar, y de no imponer juramentos falsos; o de obligarles a jurar cosas que después no pueden cumplir. El Señor dice, "Y llegarme he a vosotros a juicio; y seré pronto testigo contra los hechiceros y contra los que juran mentira, y los que detienen el salario de la viuda y del huérfano." En consecuencia tengan cuidado de no hacer tales cosas, en tiempo. Los juicios del Señor son siempre ciertos y justos; y El se deleita en la misericordia. Así es que amen la misericordia, queridos míos, y reflexionen cuando aun es tiempo.
Jorge Fox
Igualmente escribí a los campaneros de la iglesia llamada de San Pedro, en Derby. Les envié estas pocas líneas:
Amigos,

Tengan cuidado con los placeres, y aprecien su tiempo ahora mientras que lo tienen; no lo gasten en placeres o mundanalidad. El tiempo puede venir cuando ustedes digan: ustedes tenían tiempo, cuando haya pasado. Por lo tanto miren el amor de Dios ahora mientras tienen tiempo; porque éste los lleva a odiar toda la vanidad y los paceres mundanos. Oh, consideren esto, el tiempo es precioso; teman a Dios y regocígence en él, quien hizo el cielo y la tierra.

Jorge Fox
Mientras estaba en la prisión, mucha gente vino de cerca y de lejos a ver el hombre que no tenía pecado; eclesiásticos diversos venían a disertar conmigo, y siempre tenía yo la sensación, antes ya de que hablaran, de que venían a abogar por el pecado y la imperfección. Les pregunté si eran creyentes y si tenían fe, y ellos me contestaron que sí; ¿En quién? volví a preguntar, y respondieron, en Cristo. Entonces yo afirmé, "Si ustedes son verdaderos creyentes en Cristo, han pasado de muerte a vida; y si han pasado de la muerte; entonces del pecado que los lleva a la muerte; y si la fe de ustedes es verdadera, ella les dará victoria sobre el pecado y el diablo purificando vuestros corazones y conciencias (porque la verdadera fe se sostiene en la conciencia pura) y por ella deleitarán a Dios y les volverá a dar acceso a Él." Pero por más que yo dijera, les era imposible oír hablar de pureza, y de victoria sobre el pecado y el diablo, porque decían que no podían aceptar que se pudiera ser libre de pecado a este lado de la sepultura. Y en vista de esto les pedí que se dejasen de charlar sobre las Escrituras, que eran las palabras de los hombres santos, mientras estaban abogando por lo que no era santo.
Otra vez, vinieron unos sacerdotes que también empezaron a abogar por el pecado, y yo les pregunté si tenían Esperanza, a lo que me contestaron "Si; pero que Dios nos libre de perder la Esperanza." Entonces volví a preguntar, "¿Qué esperanza es esa que ustedes tienen? ¿Es Cristo en ustedes la esperanza de su gloria? ¿Los purifica ello como El es puro?" Pero no quisieron ceder en lo de volver a ser puros en la tierra, y entonces les dije "Absténganse de hablar de las Escrituras, que son las palabras de los hombres santos, los cuales abogaron por la santidad en el corazón, en la vida y en la convivencia, aquí; pero ustedes al abogar por la impureza y el pecado, que es del diablo, ¿qué tienen ustedes que ver con las palabras de los hombres santos?
Entonces sucedió, que el que cuidaba de la prisión, estaba furioso contra mí y hablaba siempre muy mal de mí, por razón de ser él un alto profesante [un profesante era un creyente de las escrituras y de Cristo]; pero un día el Señor se plació en sacudirlo y fue en tan gran desasosiego y bajo tales terrores mentales, que estando yo paseándome por mi habitación oí como un murmullo doloroso, y parándome oí que decía a su mujer; "mujer yo he visto el día del juicio, y allí he visto a Jorge; y yo tenía gran temor de él a causa del mucho daño que le he hecho y de lo mal que de él he hablado a los sacerdotes y profesantes, a los jueces, y por tabernas y cervecerías." Y después de esto, hacia la tarde, vino a mi celda y me dijo "Yo fui cual león contra ti, pero ahora vengo cual cordero, como aquel carcelero que temblando fue a Pablo y a Silas," y añadió que quería vivir conmigo, a lo cual repliqué que estando yo en su poder, podía hacer como se le antojase; mas él dijo que no, que lo que él quería era que siendo yo libre, pudiera él estar siempre conmigo, pero que no quería tenerme como prisionero. Y entonces me explicó como él estaba plagado y como también su casa estaba plagada por mi causa; y en vista de ello, permití que se quedara conmigo; y se puso a decirme todo cuanto tenía en el corazón, y que él creía que cuanto yo había dicho de la verdadera fe y esperanza, era lo cierto, y se maravillaba de que el otro que había sido encarcelado conmigo no se hubiera mantenido en ello, y afirmó que aquel hombre era un bribón mientras que yo era un hombre honrado. También me confesó que, cuando en días pasados le había pedido que me dejara salir a proclamar al pueblo la palabra del Señor, lo cual me rehusó, y entonces dejé que fuera sobre él el peso de su acción, se sentía casi siempre en grandes ansias y temores, y estuvo como loco hasta pasada algún tiempo, y en un estado tal, que cualquiera lo hubiera matado con una manzana (como él decía). Llegada la mañana se levantó y poco después se fue a ver a los jueces para decirles, que así él como su casa habían sido infectados por mi causa, y uno de los jueces dijo (según él me repitió) que las plagas también caían sobre ellos por tenerme preso. Era este el Juez Bennet, de Derby, que fue el primero en llamarnos cuáqueros, ("To quake" quiere decir "temblar," en inglés, y "quaker,"quiere decir "el que tiembla.") por amonestarle nosotros a que temblara de la palabra del Señor. Esto fue en el año de 1650.
Después de esto, los jueces me dieron licencia de andar una milla; mas comprendiendo su idea dije al carcelero que si me mostraban hasta donde era una milla, entonces yo podría tomarme la libertad de pasearme algunas veces. Porque yo tuve la sensación de que los jueces pensaban que yo me escaparía, y el carcelero me confesó más tarde que lo habían hecho con esta intención, para que escapándome yo quedaran ellos libres de las plagas; mas yo le aseguré que no tenía tal idea.
Este carcelero tenía una hermana, mujer joven y enfermiza, que vino a verme a mi celda; y después de pasar un rato en mi compañía hablándole yo las palabras de la Verdad, fuese abajo y dijo a los demás que nosotros éramos inocentes, que no habíamos hecho daño a nadie, sino que al contrario hacíamos bien a todos, incluso a nuestros enemigos; y les pidió que fueran buenos con nosotros.
Como en aquellos días debido a mi reclusión no podía viajar por los pueblos, declarando y difundiendo la Verdad, se me ocurrió escribir una especie de carta y mandarla para que fuera leída así entre los Amigos como por otras personas piadosas, para que abriendo su comprensión a la percepción de la Verdad, los dirigiera al verdadero Maestro que está en ellos.
Fue de esta manera:

EL Señor le muestra al hombre sus pensamientos, y descubre todas las cosas secretas en el hombre. Y el hombre puede ser llevado a ver sus pensamientos impíos, su mente corriendo, y sus imaginaciones vanas, y puede esforzarse para reprimir estas cosas, y para guardar su mente; pero no las puede vencer, ni pueden mantener sus mentes en el Señor. En este estado y condición sométanse al espíritu del Señor que les enseña, y esto los llevará a esperar al Señor; y El que las ha descubierto las destruirá. Por lo tanto permanezcan en la fe del Señor Jesucristo, (quien es el autor de la fe verdadera), y piensen en él; porque él descubrirá la raíz de las concupiscencias, los malos pensamientos, y las imaginaciones vanas; y cómo estas cosas son engendradas, concebidas, y criadas; y entonces cómo ellas son llevadas a cabo, y cómo obra cada miembro impío. Él descubrirá la naturaleza y la raíz de cada principio.

Por lo tanto piensen en la fe de Cristo, y el ungimiento que está en ustedes, para ser enseñados por él, lo cual descubrirá todas los funcionamientos en ustedes. A medida que él les enseñe, obedezcan y arrepiéntanse; de otra manera ustedes no crecerán en la fe, o en la vida de Cristo, donde se recibe el amor de Dios. Ahora, el amor crea amor, su propia naturaleza e imagen: y cuando la misericordia y la verdad se encuentran, ¡que gozo existe! La misericordia triunfa sobre el juicio; y el amor y la misericorida llevan el juicio del mundo con paciencia. Aquello que no puede tolerar el juicio del mundo no es el amor de Dios; porque el amor tolera todas las cosas, y está por encima del juicio del mundo; porque el juicio del mundo no es nada más que necedad. Aunque sea el juicio y la práctica del mundo echar toda la suciedad que está entre ellos sobre los santos, aún así su juicio es falso. Las vírgenes castas siguen a Cristo, el Cordero que quita el pecado del mundo; pero aquellos que son del espíritu que no es casto, no seguirán a Cristo, el Cordero, en sus pasos, sino que son desobedientes a él en sus mandamientos. La mente carnal piensa en la carne, habla carnalmente, y su conocimiento es carnal, y no espiritual; saborea la muerte, no el espíritu de la vida. Algunos hombres tienen la naturaleza de puercos que se revuelcan en el lodazal. Algunos tienen la naturaleza de perros, para morder tanto a las ovejas como los unos a los otros. Algunos tienen la naturaleza de leonoes, para rasgar, devorar y destruir. Algunos la naturaleza de los lobos, para rasgar y devorar los corderos y las ovejas de Cristo: y algunos de la naturaleza de la serpiente, (el viejo adversario), para morder y envenenar. "El que tenga oídos para oir, que oiga", y aprenda estas cosas dentro de sí mismo. Algunos hombres tienen la naturaleza de otras bestias y criaturas, pensando en nada más que las cosas terrenales y visibles, y alimentándose sin el temor de Dios. Algunos tienen la naturaleza de un caballo, para brincar y ostentar su fortaleza, y para ser rápidos en hacer el mal. Algunos tienen la naturaleza de robles altos y robustos, para florecer y propagar su sabiduría y fortaleza, quienes son fuertes en el mal, lo cual debe perecer y ser llevado al fuego.

Por lo tanto el mal es uno en todos, pero obra de muchas maneras; y cualquiera sea la adicción externa que tenga la naturaleza del hombre o la mujer, el maligno la acomodará, y agradará su naturaleza y apetito, para mantener la mente en sus invenciones y en las criaturas, en vez del Creador. ¡Oh! Por lo tanto no dejen que la mente se aleje de Dios; porque si lo hace estará manchada, envenenada y corrompida. Si la mente se aleja del Señor, es difícil traerla otra vez: por lo tanto tengan cuidado con el enemigo, y manténganse en la fe de Cristo. ¡Oh! De manera que preocúpense de las cosas eternas e invisibles, y de aquel que es el creador y el que mueve todas las cosas: porque las cosas que son hechas, no son hechas de las cosas que aparecen; porque lo visible cubre de la vista lo invisible en ustedes. Pero a medida que el Señor, quien es invisible, los abre a ustedes con su poder y espíritu invisible, y derriba la mente carnal en ustedes; de manera que las cosas invisibles e inmortales son traídas a la luz. ¡Oh! Por lo tanto ustedes que conocen la luz, ¡caminen en la luz! Porque hay hijos de la oscuridad que hablan de la luz, y de la verdad, pero no caminan en ella; pero los hijos de la luz aman la luz, y caminan en la luz. Pero los hijos de la oscuridad caminan en la oscuridad, y odian la luz. En ellos las concupiscencias terrenales y la mente carnal ahogan la semilla de la fe, lo cual trae opresión en la semilla y muerte sobre sí mismos. ¡Oh! Por lo tanto pongan sus mentes en el espíritu puro del Dios eterno, el cual les enseñará a usar las criaturas en su lugar correcto, y el cual juzga al maligno. ¡A ti, Oh Dios, sea toda la gloria y el honor, que eres Señor de todo lo visible e invisible! ¡A tí sea toda la alabanza, que traes lo profundo a tí mismo, oh poderoso Dios! ¡Que eres digno de toda la gloria! Porque el Señor que creó todo, y da vida y fortaleza a todo, está sobre todo y es misericordioso con todo. ¡Por lo tanto tú, que has hecho todas las cosas, a tí sea toda la gloria! ¡En tí está mi fortaleza, mi refrigerio y mi vida, mi gozo y mi felicidad, mi regocijo y gloria para siempre! Vivir y caminar en el espíritu de Dios es gozo, paz y vida; pero la mente que se va a las criaturas, o a cualquier cosa visible proveniente del Señor, esto trae muerte. Cuando la mente se va a la carne, y hacia la muerte, el acusador se mete adentro, y la ley del pecado y la muerte se mete dentro de la carne. Entonces la vida sufre bajo la ley del pecado y la muerte, entonces se va derecho a la falla. Porque entonces lo bueno es reprimido, y la justicia propia es puesta por encima. Entonces el hombre obra en la ley externa; y él no se puede justificar a sí mismo por la ley; sino que es condenado por la ley: porque él no se puede salir de ese estado, sino por medio de permanecer en la luz, descansando en la misericordia de Dios, y creyendo en él de quien fluye toda la misericordia. Porque hay paz al descansar en el Señor Jesús. Este es el camino angosto que lleva hacia él, la vida; pero pocos permanecerán en él. Por lo tanto manténganse en la inocencia, y sean obedientes a la fe en él. Tengan cuidado de no conformarse al mundo, y de no razonar con carne y sangre, porque esto lleva a la desobediencia; y entonces surgen las imaginaciones y cuestionamientos, para sacarnos de la obediencia a la verdad de Cristo. Pero la obediencia a la fe destruye las imaginaciones, cuestionamientos, y razonamientos, con todas las tentaciones en la carne, los embates, mirando hacia adelante, y trayendo cosas del pasado. Pero, al no mantenerse en la vida y la luz, ni contrariar la voluntad corrupta por medio del poder de Dios, la naturaleza impía crece en el hombre; y entonces vendrán las cargas, y el hombre será manchado con esa naturaleza. Pero las montañas de Esaú serán asoladas, y se convertirán en un desierto, donde viven los dragones; sin embargo Jacob, el segundo en nacer, será fructífero y se levantará. Porque Esaú es odiado, y no debe ser señor; pero Jacob, el segundo en nacer, quien es perfecto y simple, será señor; porque él es amado por Dios.

Jorge Fox
Escribí también otro artículo, casi de lo mismo, y lo envié a los que están entre las personas convencidas, y es como sigue:
¡El Señor es rey sobre toda la tierra! Por lo tanto, todas las personas alaben y glorifiquen a su rey en obediencia verdadera, en rectitud, y en la belleza de la santidad. ¡Oh! Consideren, que en la obediencia verdadera se conoce al Señor, y se recibe un entendimiento de él. Marquen y consideren en silencio, en humildad de la mente, y ustedes oirán al Señor hablarles en sus mentes. Su voz es pura y placentera: sus ovejas oyen su voz, y no escucharán ninguna otra. Cuando ellos oyen su voz, ellos se regocijan y son obedientes; ellos también cantan de gozo. ¡Oh! ¡Sus corazones están llenos con triunfo eterno! Ellos cantan y alaban al Dios eterno en Sión. El hombre nunca les podrá quitar su gozo. ¡Gloria sea al Señor para siempre!
Pero muchos, que han sido convencidos de la verdad, se salieron hacia un lado, por la persecución que surgió; por lo cual yo les escribí unas pocas líneas para el consuelo y aliento de los fieles, de esta manera:
Vengan, bendecidos del Señor, y regocígense juntos; manténganse en la unidad del espíritu. ¡Triunfen sobre el mundo! Tengan gozo en el Señor; reinando sobre el mundo, y sobre todas las cosas que alejan del Señor; para que en claridad, justicia, pureza y gozo ustedes puedan ser preservados en el Señor. ¡Oh, oigan! ¡Oh, escuchen el llamado del Señor! ¡Salgan del mundo, y manténganse fuera de él para siempre! Vengan, canten juntos, ustedes los justos, el cántico del Señor, el cántico del Cordero; lo cual nadie puede aprender, sino aquellos que son redimidos de la tierra, y del mundo.
Mientras estaba en la casa de corrección mis parientes vinieron a verme, y como estaban muy disgustados de mi encarcelamiento, fueron a los jueces que me condenaron y, como deseaban tenerme en casa con ellos, ofrecieron que se comprometían a pagar cien libras, y junto con ellos otras personas de Derby se comprometieron en 50 libras cada una en el caso de que yo volviera allí a protestar contra los sacerdotes. En consecuencia me llevaron ante los jueces, y porque no consentí que ellos ni nadie se comprometiesen a nada por mí (pues yo había hablado la palabra de vida y de verdad y por consiguiente era inocente), el juez Bennet se puso en pie furioso y, mientras yo me arrodillaba para pedir al Señor que le perdonara, se lanzó sobre mí y sacudiéndome con las dos manos, se puso a gritar, "Fuera con él, carcelero; llévatelo fuera, carcelero"; y sucedió muchas veces que intentaron ponerme en libertad y como entonces les escribía, por voluntad del Señor, su rabia se exasperaba otra vez y volvían a dejarme en la cárcel, de manera que allí me tuvieron hasta que expiraron los seis meses de mi condena. Pero entre tanto podía andar en libertad una milla, y haciendo uso de ello como si me sintiera libre iba algunas veces al mercado y por las calles advirtiendo al pueblo que se arrepintiera de su maldad, y después me volvía a la cárcel. Como había en la cárcel personas de diferentes religiones, algunas veces iba también a visitarlas en sus reuniones de los "Primeros días."
Después que había sido llevado ante los jueces, y ellos habían exigido una fianza por mi buen comportamiento, (la cual yo no puedo consentir que deba darse, ya que mancha mi inocencia), vino sobre mí el deseo de escribirles a los jueces otra vez, lo cual hice de la siguiente manera:
Amigos

Consideren qué es lo que está en ustedes que encarcela. Consideren quién está en la cabeza de ustedes. Consideren si es que hay algo que los acusa. Consideren que ustedes deben ser llevados al juicio. Piensen acerca de Lázaro y el hombre rico; uno de ellos cenaba suntuosamente cada día, y el otro era un mendigo. Ahora ustedes tienen tiempo; aprécienlo mientras lo tengan. ¿Quisieran tenerme atado a mi buen comportamiento? Yo estoy atado a mi buen comportamiento, y clamo por el buen comportamiento en toda la gente, y me alejo de todas las vanidades, placeres, opresiones, y engaños de este mundo. Y llegará un tiempo que ustedes lo conocerán. Por lo tanto tengan cuidado con los placeres, engaños y el orgullo; y no miren al hombre, sino que al Señor: porque "Mirad a mí y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay otro."
Después de un corto tiempo, les escribí otra vez:
Amigos,

Ustedes quisieran tenerme atado a mi buen comportamiento, alejado de las borracheras, el perjurio, el adulterio, y las cosas por el estilo. El Señor me ha redimido de todas estas cosas; y el amor de Dios me ha llevado a odiar toda la maldad: bendecido sea su nombre. Los borrachos, peleadores y los que juran mentira, ellos tienen su libertad sin ataduras; y ustedes ponen su ley sobre mí, a quien ni ustedes ni ningún otro puede acusar justamente de estas cosas; ¡alabado sea el Señor! No puedo mirar a ningún hombre para obtener mi libertad, sino que solamente al Señor, quien tiene los corazones de todos los hombres en su mano.
Después de algún tiempo, al no estar mi espíritu libre de ellos, les escribí otra vez:
Amigos,

Si ustedes hubieran sabido quien me envió a ustedes, me hubieran recibido; porque el Señor me envió a ustedes, para advertirles de las aflicciones que han de venir sobre ustedes; y para pedirles que miren al Señor, y no a los hombres. Pero cuando les conté de mi experiencia, lo que el Señor hizo por mi, entonces sus corazones se endurecieron, y ustedes me enviaron a la cárcel, donde ustedes me han tenido por muchas semanas. Si el amor de Dios hubiera roto sus corazones, entonces ustedes verían lo que ustedes han hecho; ustedes no me hubieran enviado a la cárcel, si mi Padre no lo hubiera tolerado; y por su poder seré liberado, porque él abre y él cierra; ¡a él sea toda la gloria! ¿En qué me he comportado mal yo, que alguien tenga que estar atado por mí? Todas las palabras de los hombres no me servirán para nada, ni tampoco sus ataduras, para guardar mi corazón, si yo no tengo una guía dentro de mí para guardarme en la vida recta de Dios. Pero yo creo en el Señor, para que por medio de su fortaleza y poder yo sea preservado de la impiedad y los deseos mundanos. Las escrituras dicen, "Reciban a los forasteros;" pero ustedes los meten en la cárcel. Ya que ustedes están en posición de autoridad, tengan cuidado de la opresión, juramentos, injusticia, y regalos o recompensas, porque Dios odia todas estas cosas. Pero amen la misericordia y el juicio verdadero y la justicia, porque el Señor se deleita en eso. Yo no les escribo con odio, pero mantengan mi conciencia limpia; tengan cuidado de como pasan su tiempo.

También fui inspirado para escribir otra vez a los sacerdotes de Derby; lo cual hice después de esta manera:
Amigos,

Ustedes profesan que son ministros de Jesucristo en palabras, pero por sus frutos ustedes muestran dónde está su ministerio. Cada árbol muestra su fruto: el ministerio de Jesucristo está en la misericordia y el amor, para liberar aquellos que están atados, y sacarlos de la esclavitud, y dejar que los cautivos sean liberados. Ahora, amigos, ¿dónde está el ejemplo de ustedes, si las escrituras son su regla, para hacerlos prisioneros por causa de la religión? ¿Tienen algún mandamiento en cuanto a esto proveniente de Cristo? Si aquello que ustedes profesan estuviera en ustedes, ustedes caminarían en los pasos de aquellos que nos dieron las escrituras. Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios. Pero si ustedes edifican sobre los profetas y los apóstoles en las palabras, y pervierten su vida, recuerden las aflicciones, contra las cuales habló Jesucristo. Los que hablaron las palabras de las profetas, pero negaron a Cristo, profesaron de un Cristo que estaba por venir; pero si ellos lo hubieran conocido, no lo hubieran crucificado. Los santos, a quienes cambió el amor de Dios, fueron 'llevados a caminar en amor y misericordia; porque el que mora en el amor, mora en Dios'. Pero donde gobierna la envidia, el orgullo y el odio, gobierna la naturaleza del mundo, no la naturaleza de Jesucristo. Yo les escribo sin odio; sino que para que ustedes puedan considerarse a sí mismos, y ver cómo pasan el tiempo.
Habiendo aclarado así mi conciencia a los sacerdotes, no pasó mucho tiempo antes que me sobreviniera una preocupación de escribir otra vez a los jueces, lo cual hice como sigue:
He sido inspirado a advertirles de tener cuidado de darle rienda suelta a su voluntad. Amen la cruz; no satisfagan sus mentes en la carne, sino que aprecien su tiempo mientras lo tengan, y conduzcan su vida en obediencia a lo que ustedes ya conocen, en obediencia a Dios; ustedes no serán condenados por lo que no saben, sino que solo condenados por lo que saben y escogen no obedecer. Consideren antes que sea muy tarde, evalúense a sí mismos, piensen acerca de dónde están, y a quién sirven. Porque si ustedes blasfemian a Dios, y toman su nombre en vano, si ustedes juran y mienten, si le ceden espacio al a envidia, el odio, la codicia, y la avaricia, los placeres y la indulgencia, y a cualquier otro vicio, tengan la seguridad que ustedes servirán al diablo; pero si ustedes temen al Señor y le sirven, ustedes odiarán todas estas cosas. El que ama a Dios, no blasfemará su nombre; pero donde hay oposición a Dios, y el servicio al diablo, la profesión es triste y miserable. ¡Oh! Aprecien su tiempo, y no amen aquello que Dios prohíbe; la mentira, ira, malicia, envidia, odio, avaricia, codicia, opresión, glotonería, embriaguez, fornicación y toda injusticia, Dios prohíbe. Por lo tanto consideren que las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. No sean engañados, Dios no será burlado con palabras vanas; la ira de Dios es revelada desde el cielo en contra de toda la impiedad. Por lo tanto, obedezcan aquello que los convence de toda maldad, y les dice que ustedes no deben hacer ningún mal: ésto los llevará al arrepentimiento, y los guardará en el temor del Señor. ¡Oh! Miren las misericordias de Dios, aprécienlas, y no las conviertan en comportamiento incontrolado. ¡Oh! ¡Miren al Señor y no a las cosas terrenales!
Aparte de esto, escribí lo siguiente al coronel Barton, quien era tanto juez como predicador, como fui limitado antes:
Amigo,

No se ponga una capa para cubrirse; hay un Dios que conoce el corazón, y lo descubrirá. Él ve su camino. "Ay de los que quieren cobijarse con cubierta, y no de mi espíritu, dice el Señor." ¿Actúa usted contrario a la ley y después se olvida de ello? Usted descuida la misericordia y el juicio verdadero; vea lo que se ha dicho en contra de esto. Mi Salvador dijo acerca de esto, "Estuve enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis; tuve hambre, y no me disteis de comer; fui forastero, y no me recogisteis." Y cuando ellos dijeron, "¿Cuándo te vimos en prisión y no te visitamos?" etc, él contestó, “En cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis". Amigo, usted me ha encarcelado por dar testimonio de la vida y el poder de la verdad, y aún así usted profesa ser un ministro de Cristo; pero si Cristo lo hubiera enviado, usted estaría liberando a la gente de la prisión, de la esclavitud, y recibiría los forasteros. Usted ha vivido con lujo sobre la tierra; usted ha vivido con plentitud, y ha nutrido su corazón como en el día de la matanza. Usted ha matado al justo. ¡Oh! ¡Mire dónde está y cómo ha pasado su tiempo! ¡Oh! Acuérdese de sí mismo, y ahora, mientras tenga tiempo, aprécielo. No desaire la misericordia gratis de Dios, ni desprecie su paciencia, la cual es gran salvación; sino que ponga su mente en aquello que lo convence, y que no le deja jurar, ni mentir, ni tomar el nombre de Dios en vano. Usted sabe que no debe hacer ninguna de estas cosas; usted ha aprendido aquello que lo condena: por lo tanto obedezca la luz que lo convence, abandone su pecado, mire las misericordias de Dios, y aprecie su amor al haberlo dejado vivir hasta ahora. El Señor dijo, "Mírenme a mí, y sean salvos, todos los términos de la tierra", y también dijo "Dejen de confiar en el hombre, que su vida es solamente un soplo". Amigo, aprecie su tiempo, y vea a quien sirve; porque a quien sea que obedezcamos, somos esclavos de aquel a quien obedecemos; ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia. Si usted sirve a Dios y le teme, usted no blasfemará su nombre, ni dirá maldiciones, ni jurará, ni tomará su nombre en vano, ni seguirá los placeres y el libertinaje, la fornicación ni la borrachera, ni la ira, o la malicia, o la venganza, o la imprudencia, o la embriaguez, el orgullo o la glotonería, la avaricia, opresión o codicia, o las bromas necias, o las canciones vanas; Dios prohíbe estas cosas, y toda injusticia. Si usted profesa a Dios, y hace cualquiera de estas cosas, usted lo toma a él como una capa, para servir al diablo. Considérese a sí mismo, y no ame aquello que Dios odia. El que ama a Dios guarda sus mandamientos. El diablo le dirá que es difícil guardar los mandamientos de Dios; pero que es fácil guardar los mandamientos del diablo y vivir en toda la injusticia y la impiedad, transformando la gracia de Dios en libertinaje. Pero, que deje el hombre injusto sus caminos, y se vuelva a mí, dice el Señor, y yo tendré misericordia de él; "Volveos, ¿por qué moriréis? dice el Señor."

¡Aullen, ustedes los grandes, porque las plagas están siendo derramadas sobre ustedes! ¡Aullen, ustedes opresores, porque la recompensa y la venganza viene sobre ustedes! ¡Ay de aquellos que acaparan casa tras casa y se apropian de campo tras campo hasta que no dejan lugar para nadie más, y terminan viviendo solos en el país! Estas cosas están en los oídos de Jehová de los ejércitos. ¡Ay del que llena su casa de ganancias injustas en un intento por salvar su nido y escapar de las garras del infortunio!
Jorge Fox
Estaba todavía en la casa de corrección cuando un día vino a verme un soldado de tropa y me dijo, que estando en la iglesia escuchando al sacerdote, se sintió presa de una gran inquietud y oyó la voz del Señor que vino a él diciendo "¿Es que tú no sabes que mi siervo está en la prisión? Ve a él para que te dirija." Y entonces, hablándole yo como convenía a su estado, abrí su comprensión, y le dije que el que le había mostrado sus pecados, turbándole por esta causa, le enseñaría también su salvación; porque el que le muestra al hombre sus pecados es el mismo que le puede librar de ellos. Y mientras yo le hablaba, el poder del Señor abrió su mente de manera que empezó a comprender bien la Verdad del Señor y a ser sensible a las mercedes de Dios, y después empezó a hablar ardientemente, en su cuartel entre los soldados y entre otra gente, de la Verdad (porque las Escrituras se le revelaban muy claramente) llegando incluso a decir que su coronel estaba tan ciego como Nabucodonosor por tener al siervo de Dios en la prisión. Y fue esta razón por la cual su coronel le tenía rencor; y en la batalla de Worcester, al año siguiente, en una ocasión en que los dos ejércitos estaban acampados uno al lado del otro, se destacaron dos del ejército del rey y retaron a otros dos del ejército del parlamento a que salieran a luchar con ellos, y entonces su coronel eligió a él y a otro para que respondieran al reto; y cuando en el encuentro su compañero murió, él embistió a sus dos enemigos hasta dentro del fuego de mosquetería de la ciudad sin tener que disparar su pistola, todo lo cual me contó él mismo con su propia boca cuando volvió; pero, después del encuentro, vio el engaño e hipocresía de los oficiales, y conmovido por la maravillosa manera como el Señor lo había guardado del peligro y sintiéndose harto de batallar, dejó las armas.
El tiempo de mi encarcelamiento en la casa de corrección llegaba a su fin, y como en aquel momento nuevos soldados eran llamados a filas, los delegados quisieron hacerme su capitán, pues los soldados gritaban que no querían otro que no fuera yo, y entonces el que cuidaba de la casa de corrección recibió la orden de llevarme a la plaza del mercado para que allí delegados y soldados me ofrecieran tal distinción (como ellos decían) preguntándome si no querría tomar las armas por el Commonwealth contra Carlos Estuardo, a lo que repliqué que ya conocía de donde provenían las guerras, incluso de la codicia según las doctrinas de Santiago, y que yo vivía en la virtud de aquella vida y poder que quita toda ocasión de guerras. Entonces me cortejaron pensando que no aceptaba por cumplir, mas yo insistí en que había venido en el pacto de paz que fue antes de que las guerras y luchas fueran; pero ellos con palabras afectuosas tales como que me lo ofrecían en amor y por lo mucho que admiraban mi virtud, insistieron de nuevo. Y entonces les dije que si éste era el amor y admiración que sentían por mí, lo pisoteaba con mis pies; y entonces ellos enfurecidos, dijeron "Llévatelo carcelero y mételo en el calabozo entre los malvados y los delincuentes" y así fue que me llevaron a un subterráneo miserable y maloliente, sin cama, y allí me dejaron entre treinta delincuentes casi medio año, con excepción de algunos momentos en que me dejaban pasear por el jardín, pues estaban seguros de que no me escaparía. Una vez me tuvieron en el calabozo de Derby, la gente creía y decía que no volvería a salir; mas yo tenía fe en Dios y estaba seguro de que sería libertado a Su tiempo, porque el Señor me había ya dicho que no saldría todavía, pues tenía que estar allí para cumplir un servicio que El me había destinado.
Cuando corrió la voz de que estaba en el calabozo de Derby, mis parientes vinieron otra vez a verme, y estaban muy disgustados de que estuviera en la prisión; y todo porque creían que era gran vergüenza para ellos que yo estuviera preso por cuestiones religiosas; llegando algunos de ellos a pensar que estaba loco porque abogaba por la pureza, rectitud y perfección.
Entre otros que vinieron a verme y a discutir conmigo, había un tal Rice Jones de Nottingham, soldado, que había sido bautista (según pude comprender), junto con varios otros que iban a Worcester a la guerra. Discutiendo una vez me dijo, "Tu fe se funda en un hombre que murió en Jerusalén, y allí nunca sucedió tal cosa." Sentí me ofendidísimo de oírle hablar así y le dije, "¡Cómo! ¿Es qué Cristo no sufrió fuera de las puertas de Jerusalén por culpa de los judíos practicantes, y de los pontífices y de Pilatos?" Y él me negó que Cristo hubiese jamás sufrido allí, físicamente. Entonces le pregunté si es que no existieron en Jerusalén pontífices, judíos y el propio Pilatos, en carne y hueso; y como esto no lo pudo negar, le dije que así como era cierto que pontífices judíos y Pilatos existieron, lo era también que Cristo fue perseguido por ellos y que sufrió, físicamente, bajo su poder, en Jerusalén. Y a pesar de haberle hablado en esta forma, fue de este hombre y de los que le acompañaban que salió la calumnia contra nosotros, de que los cuáqueros negábamos que Cristo hubiera sufrido y muerto en Jerusalén, lo cual era evidentemente falso pues nunca entró en nuestros corazones el menor pensamiento de tal cosa, que no fue más que una calumnia que nos achacaron a causa de las palabras de aquella gente. Esta misma persona dijo también que nunca ninguno de los profetas o apóstoles o de los hombres santos de Dios, hubiera sufrido físicamente, sino que todos sus sufrimientos fueron internos. Mas yo le probé como fue que sufrieron muchos de ellos y por culpa de quien sufrieron; y así fue elevado el poder del Señor sobre sus imaginaciones y fantasías, siguiendo él su camino.
También vino a verme otro grupo que pretendían tener tratos con los espíritus; les pregunte cuál era el primer paso para la paz y qué era aquello por lo cual el hombre puede ver su salvación. Y ellos que estaban completamente en las nubes dijeron que yo estaba loco, empezando entonces a llamar a espíritus que no se conocían a sí mismos ni tampoco a los espíritus de ellos.
En esta época de mi encarcelamiento estaba yo muy versado en los procedimientos de los jueces y magistrados en sus tribunales y judicaturas y, por inspiración, escribí a los jueces sobre eso de condenar a un hombre a muerte por haber robado ganado, o dinero, o cosas sin importancia, demostrándoles cuan contrario era a la antigua ley de Dios; ya que por causa de esto andaba yo en grandes sufrimientos espirituales y la sola idea de la muerte me obsesionaba, pero como continué firme en la voluntad de Dios, una brisa celestial se levantó en mi alma para el Señor, y entonces vi los cielos abiertos, y me regocijé, y di gloria al Señor. De manera que le escribí a los jueces de la siguiente manera:
Fui inspirado a escribirles a ustedes, para decirles que tengan cuidado de sentenciar a los hombres a muerte por robar ganado, o dinero, etc., porque los ladrones en los tiempos bíblicos debían hacer restitución; y si no podían hacer restitución, ellos debían ser vendidos por su robo. Ocúpense de las leyes de Dios en las escrituras, y del espíritu que nos las dio; dejen que ellas sean su regla al llevar a cabo sus juicios; y muestren misericordia, para que puedan recibir misericordia de Dios, el juez de todo. Tengan cuidado con los regalos y las recompensas, y del orgullo; porque Dios los prohíbe, y ellos ciegan los ojos de los sabios. Yo no les escribo para darles la libertad de pecar, Dios lo ha prohibido; sino para que ustedes puedan juzgar de acuerdo a sus leyes, y mostrar misericordia; porque él se deleita en el juicio verdadero, y en la misericordia. Les imploro, piensen en estas cosas, y aprecien su tiempo, ahora que lo tienen; teman a Dios y sírvanle, porque él es un fuego consumidor.

Aparte de esta carta, le escribí otra a los jueces, que decía lo siguiente:

Estoy inspirado a escribirles a ustedes, para decirles que hagan verdadera justicia con todos los hombres: asegúrense que nadie sea oprimido u ofendido, ni que se imponga ningún juramento; porque la tierra está de luto a causa de los juramentos, adulterios, hechicerías, borracheras y la profanidad. Oh, consideren que ustedes están en autoridad; sean moderados, y consideren estas cosas en humildad. Muestren misericordia a los huérfanos, a las viudad, y a los pobres. Tengan cuidado de las recompensas o los regalos, poque éstos ciegan los ojos de los sabios; el Señor odia todas estas cosas. Amen la misericordia y el juicio verdadero, la justicia y la rectitud; porque el Señor se deleita en estas cosas. Consideren estas cosas con el tiempo, y tengan cuidado de cómo pasan su tiempo. Ahora ustedes tienen tiempo, aprécienlo; y muestren misericordia, para que ustedes puedan recibir la misericordia del Señor: porque él viene para probar todas las cosas, y suplicará a toda carne como con fuego.
Y dos hombres había que fueron al suplicio por causa de pequeñas cosas; y yo sentí el impulso de amonestarles por su hurto, para darles fuerzas en su sufrimiento que era contrario a la ley de Dios. Y poco después de que hubieron ido al suplicio, sus espíritus se me aparecieron mientras iba yo andando, y vi que estos hombres estaban bien.
Además expuse a los jueces que cosa tan penosa era el que los presos tuvieran que estar tanto tiempo en la cárcel; y les demostré como aprendían maldades uno de otro, contándose mutuamente sus malas acciones; así es que, en consecuencia, la justicia debía de ser diligente. Y como era yo un joven piadoso, que vivía en el temor del Señor, más de una vez me había sentido ofendido de oír sus malas palabras y por ello les había reprendido muchas veces y también por su mala conducta entre ellos. Y se admiraba la gente de que estuviera yo tan bien guardado que, durante todo el tiempo que allí estuve, nunca les fue posible cogerme una palabra o en una acción de la que pudieran acusarme; y esto fue porque el infinito poder de Dios me sostuvo y guardó en todo aquel tiempo: A Él sean dadas gloria y alabanzas eternamente.
Mientras yo estaba en la cárcel, estuvo también una mujer joven por causa de haber robado a su amo algún dinero. Cuando iba a ser juzgada con pena de su vida, escribí, al juez y al jurado, demostrándoles cuan contrario era a la antigua ley de Dios el matar a la gente por robar, y pidiéndoles que mostrasen gracia. Mas con todo y esto fue condenada a morir, y le hicieron la sepultura, y cuando llegó el tiempo fijado la llevaron para ser ejecutada. Entonces escribí unas palabras para que fuesen leídas en la horca, en las que advertía a todos que se guardasen de ser voraces o ambiciosos porque esto aparta de Dios, y que todos debían de temer al Señor y escapar de los deseos terrestres, y apreciar su tiempo mientras lo tenían; y sucedió que a pesar de que ya la tenían en la escalera con la cara envuelta en un paño preparada para el suplicio, no la mataron sino que la volvieron a traer a la prisión, donde más tarde se convenció de la infinita verdad de Dios.
Estaba también en la prisión, al mismo tiempo que yo, un preso, hombre muy malo y perverso que tenía fama de hechicero, el cual siempre se jactaba de lo que me iba a decir y de lo que me iba a hacer, pero nunca tuvo el valor de abrir su boca delante de mí. Y una vez que se peleó con el carcelero, lo amenazó con que haría surgir el diablo y con que le des - trozaría la casa, todo lo cual asustó al carcelero; mas, por voluntad del Señor, en Su poder fui y lo reprendí, diciéndole, "Ven, haznos ver que es lo que eres capaz de hacer; haz lo peor que puedas," Y le añadí, que bastante estaba el diablo en él; mas el poder del Señor lo encadenó de manera tal que huyó de mí.
Al acercarse el tiempo de la batalla de Worcester, el juez Bennet envió guardias a presionarme a convertirme en soldado, ya que yo no aceptaba voluntariamente este mandato. Y les dije que había sido sacado del las guerras externas. Ellos vinieron otra vez para darme dinero adelantado para enlistarme; pero yo no quise nada de dinero. Después fui llevado delante del sargento Holes, mantenido allí por un tiempo, y llevado otra vez. Después los guardias me llevaron por segunda vez, y después fui llevado ante los comisarios, quienes dijeron que yo debía ser soldado; pero yo les dije que yo estaba muerto a eso. Ellos dijeron que yo estaba vivo. Yo les dije que donde estaba la envidia y el odio, allí había confusión. Ellos me ofrecieron dinero dos veces, pero yo lo rechacé. Ellos estaban decepcionados y enojados, y me metieron en la cárcel, sin fianza ni garantía. A lo cual yo les escribí otra vez, dirigiendo mi carta al coronel Barton, un predicador, y el resto de los que estaban preocupados por mi encierro. Le escribí lo siguiente:
Ustedes que están sin Cristo y sin embargo usan las palabras que él y sus santos han hablado, consideren que ni él ni sus apóstoles encarcelaron nunca a nadie; sino que mi salvador es misericordioso aún con los despiadados y rebeldes. Él libera de la cárcel y de la esclavitud; pero los hombres, mientras gobierna la mente carnal, oprimen y encarcelan. Mi salvador dijo: "Amen a sus enemigos, y hagan bien a los que los aborrecen, y oren por los que los ultrajan y los persiguen." Porque el amor de Dios no persigue a nadie, sino que ama a todos en el lugar donde mora. "El que odia a su hermano es un homicida." Ustedes profesan ser cristianos, y uno de ustedes un ministro de Jesucristo; sin embargo ustedes me han encarcelado, siendo que soy siervo de Jesucristo. Los apóstoles nunca encarcelaron a nadie, sino que ellos mismos fueron encarcelados. Tengan cuidado de hablar de Cristo en palabras, y de negarlo en la vida y el poder. Oh, amigos, el encarcelamiento de mi cuerpo es para satisfacer la voluntad de ustedes; pero tengan cuidado de ceder a su voluntad, porque ésta los herirá. Si el amor de Dios hubiera quebrantado sus corazones, ustedes no me hubieran encarcelado; pero mi amor es hacia ustedes, y hacia todas las otras criaturas. Esto está escritos para que ustedes puedan evaluarse a sí mismos, y ver cómo permenecen.
Durante este tiempo fui inspirado a escribir las siguientes líneas, para que fueran leídas entre la gente convencida y delicada, para manifestar los engaños del mundo, y cómo los sacerdotes han engañado a la gente.
A todos ustedes que aman al Señor Jesucristo con un corazón puro y desnudo,
y a la generación de los justos.
Cristo siempre fue odiado; y de esta manera los justos son odiados por su causa. Piensen en quienes eran los que siempre los odiaban. Aquel que era nacido tras la carne perseguía al que era nacido tras el espíritu; y así es ahora. Piensen en quienes eran los oponentes principales de Cristo, los hombres más educados, los líderes del pueblo, gobernadores, y maestros, que profesaban la ley y los profetas, y buscaban al Cristo. Ellos buscaban a un Cristo que fuera glorioso externamente, para sostener la gloria externa de ellos; pero Cristo habló en contra de las obras del mundo, y en contra de los sacerdotes, escribas y fariseos, y su profesión hipócrita. Aquel que es un extraño para Cristo es un asalariado; pero los siervos de Jesucristo son hombres libres. Los maestros falsos siempre ponen cargas sobre la gente; y los siervos verdaderos del Señor declararon en contra de ellos. Jeremías habló en contra de los asalariados, y dijo que era una cosa horrible; y dijo, "¿Qué harán cuando todo haya terminado?" Porque el pueblo y los sacerdotes eran dados a la codicia. Pablo habló en contra de los que sacaban ganancia de la gente, y exhortaba a los santos a alejarse de aquellos que eran codiciosos y orgullosos, los que amaban los placeres más que a Dios, los que tenían una apariencia de piedad, pero negaban la eficacia de ella. "Porque los de esta clase," dijo él, "son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujeres cargadas de pecado, que siempre están aprendiendo pero nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad; hombres de mente corrupta, réprobos en cuanto a la fe, y de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también éstos resistieron la verdad; pero ya no van a ir más adelante, porque su insensatez será manifiesta a todos." Moisés rechazó los honores y los placeres, los cuales él podría haber disfrutado. El apóstol en su tiempo vio cómo entraba la corrupción, la cual ahora se ha extendido por todo el mundo, teniendo una apariencia de piedad pero negando la eficacia de ella. Pregúntenle a cualquiera de sus maestros, si es que ustedes pueden ser vencidos de sus corrupciones o pecados. Ninguno de ellos cree esto; pero "mientras el hombre esté aquí, el debe (dicen ellos) cargar con él este cuerpo de pecado." Por lo tanto así se sostiene el orgullo, y el honor y la señoría, la cual fue negada a Cristo, y toda la injusticia. ¡Pero multitudes de maestros! ¡Montones de maestros! ¡El cáliz de oro está lleno de abominaciones! Pablo no predicó por salario, sino que obró con sus manos, para que él pueda ser un ejemplo a todos los que lo siguen. ¡Oh, pueblo, vean quiénes siguen a Pablo! El profeta Jeremías dijo, “los profetas profetizaron mentira, y los sacerdotes dirigían por manos de ellos;" pero ahora los sacerdotes dirigen por los medios (salarios) que obtienen de la gente: tomen sus medios, y ellos ya no los dirigirán. Ellos son aquellos de los cuales el apóstol dijo, "que se metían en aquello que nunca habían visto, estando hinchados de vanidad por su propia mente carnal;" y como las escrituras declaraban de algunos de la antigüedad, "ellos han seguido el camino de Caín," quien era un homicida, "y en camino de Balaam," quien codició el salario de la injusticia. El profeta Miqueas tambíen clamó en contra de los jueces que juzgaban por soborno, y los sacerdotes que enseñaban por precio, y los profetas que profesaban por dinero; y aún así se apoyaban en el Señor diciendo: ¿no está Jehová entre nosostros?" Los regalos ciegan los ojos de los sabios. El regalo de Dios nunca fue comprado por dinero. Todos los siervos santos de Dios clamaron en contra del engaño; y donde el amor de Dios era manifestado, ellos lo odiaban, y la naturaleza que lo sostiene.
Una vez más me sobrevino una preocupación de escribir a los magistrados de Derby.
Amigos,

Yo deseo que ustedes consideren con tiempo a quienes ustedes encarcelan; porque el magistrado es puesto en lugar de autoridad para el castigo de los que hacen maldad, y para la alabanza de aquellos que hacen el bien. Pero cuando el Señor envía sus mensajeros a advertirles de las aflicciones que vendrán sobre ustedes a menos que se arrepientan, ustedes los persiguen, los ponen en prisión, y dicen: “Tenemos una ley, y por medio de nuestra ley lo debemos hacer." Porque ustedes de verdad se justifican a sí mismos ante los hombres, pero Dios conoce los corazones. Él no será adorado con sus formas, profesión y muestras de religión. Por lo tanto consideren, ustedes que hablan de Dios, cómo ustedes están sujetos a él; porque los que hacen su voluntad son sus hijos. ¿Y qué es lo que pide Jehová de ti, sino hacer justicia, amar y mostrar misericordia, y caminar humildemente con él, y ayudar a las viudas y los huérfanos como se lo merecen? Pero en vez de esto, ustedes oprimen a los pobres. ¿Acasos sus jueces no juzguan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por paga? Ya viene el tiempo cuando aquel que ve todas las cosas descubrirá todos los secretos de ustedes. Sepan esto con seguridad: el Señor librará a sus siervos de las manos de ustedes, y él recompensará todos sus tratos con la gente. Yo deseo que ustedes consideren estas cosas; escudriñen las escrituras, y vean si es que alguien del pueblo de Dios alguna vez encarceló a alguien por religión. Ellos mismos fueron encarcelados. Yo deseo que ustedes consideren lo que está escrito, "Cuando la iglesia se reuna ustedes todos podrán profetizar uno por uno, para que todos puedan oír, aprender y ser consolados;" y entonces, "si alguna cosa es revelada al que está sentado, que calle el primero." Así era con la verdadera iglesia, y así debe ser ahora; pero no es así en sus asambleas: pero aquel que enseña por salario puede hablar, y ninguno lo puede contradecir. Una vez más, consideren la libertad que fue dada a los apóstoles, aún entre los judíos no creyentes, cuando después de leer la ley y los profetas, los gobernantes de la sinagoga les dijeron: "Varones hermanos, si tienen alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablen." Yo deseo que ustedes consideren en quietud, y no luchen en contra del Señor; porque él es más fuerte que ustedes. Aunque ustedes tengan a su pueblo inmóbil por un tiempo, aún así cuando él venga, él reconocerá a los que son de él; porque su venida es como un fuego purificador, y como un jabón de lavadores. Entonces la piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. Oh amigos, pongan estas cosas en su corazón. No dejen que estas cosas sean livianas para ustedes. Yo les escribí en amor, para que piensen en las leyes de Dios, y sus propias leyes, y para hacer lo que los hombres santos de Dios hacían.
Grandes eran las operaciones y las tribulaciones en el espíritu que experimenté durante mi encarcelamiento aquí, por causa de la maldad que había en esta ciudad; porque aunque algunos fueron convencidos allí, la mayoría eran personas endurecidas. Yo ví la visitación del amor de Dios que se fue de ellos. Yo me lamenté por ellos; y me sobrevino la necesidad de escribir las siguientes líneas, como una lamentacion por ellos:
Como aguas que se escapan cuando se abren las compuertas, así pasa y se aleja de ustedes la visitación del amor de Dios, ¡Oh Derby! Por lo tanto, miren dónde están, y cómo ustedes están cimentados; y consideren esto, antes que sean completamente abandonados. El Señor me inspiró dos veces antes de llegar a clamar en contra de los engaños y las vanidades que están en ustedes, y a advertirles a todos a que miren al Señor, y no al hombre. La aflicción será en contra de la corona de orgullo, en contra de las borracheras y placeres vanos, y en contra de aquellos que hacen una profesión de religión con sus palabras, pero que son arrogantes y altaneros en su mente, y viven en opresión y envidia. ¡Oh Derby! La profesión y la predicación de ustedes apestan delante del Señor. Ustedes profesan un día de reposo en palabras, y se reúnen, visitiéndose con ropas finas, y sostienen el orgullo. Sus mujeres caminan con cuellos erguidos y ojos desvergonzados, etc. contra lo cual clamó el profeta en el tiempo antiguo. Sus asambleas son detestables, y una abominación al Señor: el orgullo es establecido y se inclinan ante él, la codicia abunda, y el que actúa impíamente es honrado. Así el engaño tolera el engaño, pero ellos profesan a Cristo en sus palabras. ¡Oh! ¡El engaño que está dentro de ustedes! Mi corazón se quebranta al ver cómo Dios es deshonrado en ustedes, ¡Oh Derby!
Cuando vi que había llegado a su fin la visitación del amor de Dios, en aquel sitio, supe que mi encarcelamiento allí no duraría ya mucho tiempo; mas vi también que cuando el Señor me libertara sería como el soltar a un león de una caverna y lanzarlo entre las fieras de la selva. Porque todas las profesiones estaban poseídas de un espíritu y una naturaleza bestial, abogando por el pecado, y por el cuerpo del pecado y de la imperfección, lo que duraría tanto como viviesen. Y todas coceaban y aullaban, y rugían y rabiaban, y se arrojaban contra la vida y espíritu que produjo las Escrituras, el cual profesaban en palabras.
Gran juicio fue sobre la ciudad, y yo vi que el poder de Dios huyó de ellos, como fluyen las aguas de la presa de la ciudad cuando las compuertas se levantan; y aunque los magistrados se sentían inquietos con mi presencia, no por eso llegaban a ponerse de acuerdo en lo que iban a hacer conmigo. Uno, que si me mandarían al parlamento; otro, que si me harían desaparecer enviándome a Irlanda; al principio, me llamaron impostor, seductor, blasfemo; después, cuando el Señor les hubo mandado sus plagas, dijeron que era yo un hombre honesto y virtuoso. Pero la buena o mala fama que me dieran, lo bien o mal que de mí hablaran, poco me importaba, porque ni me ensalzó lo uno ni me humilló lo otro, ¡Alabado sea el Señor! Al fin, decidieron sacarme de la cárcel, a principios del invierno de 1651, después de haber estado preso en Derby casi un año; seis meses en la casa de corrección, y el resto en la cárcel común y en el calabozo.
Cuando estuve en libertad otra vez, continué mis andanzas como antes, en la obra del Señor; y andaba un día por un cercado en compañía de varios Amigos, cuando levantando la cabeza percibí las agujas de las tres torres de tres iglesias, y su vista me exasperó. Pregunté qué sitio era aquél y al decirme que Lichfield, inmediatamente vino a mí la palabra del Señor de que allí tenía que ir; y cuando llegamos a la casa adonde íbamos, pedí a los Amigos que estaban conmigo, que entraran sin mí y que no dijeran nada de a donde yo iba. Tan pronto como se marcharon me eché a andar, guiándome con la vista, por setos y zanjas hasta llegar a una milla de Lichfield, donde en un gran campo había pastores guardando sus ovejas y, de repente, me mandó el Señor que desatando mis zapatos me los quitara; me quedé en suspenso porque siendo invierno la palabra del Señor era cual fuego en mí, y quitándome los zapatos recibí el mandato de que los diera a los pastores encargándoles de que no los diesen a nadie, más que en el caso de que pagara por ellos. Los pobres pastores temblaban y estaban atónitos.
Entonces anduve como una milla hasta llegar a la ciudad, y así que entré en ella, la palabra del Señor vino a mí otra vez, para que gritara, "¡Pobre de la sangrienta ciudad de Lichfield!" y echándome por las calles de un lado a otro me puse a clamar, "¡Pobre de la sangrienta ciudad de Lichfield!" y como era día de mercado me fui a la plaza y, ya corriendo ya parándome, grité como antes, "¡Pobre de la sangrienta ciudad de Lichfield!" y nadie osó poner sus manos sobre mí; y cuando iba gritando así por las calles, me pareció como si un río de sangre corriese por ellas y como si la plaza del mercado fuese un charco de sangre.
Y, al fin, algunos Amigos y personas buenas vinieron a mí y me dijeron "¡Ay ! Jorge, ¿en dónde están tus zapatos?" y yo les respondí que ello no tenía importancia.
Una vez hube declarado le que tenía dentro de mí y me hube así desahogado, me salí de la ciudad en paz; y volviendo a los pastores les di algún dinero y cogí otra vez mis zapatos. Pero el fuego del Señor ardía de tal manera en mis pies y en toda mi persona que no me importaba el no volver a ponerme los zapatos vacilando si debía o no ponérmelos hasta que el Señor me diera libertad de hacerlo, y continué andando hasta que al llegar a una zanja me lavé los pies y me puse los zapatos. Hecho esto, me puse a considerar detenidamente por qué causa o razón había sido enviado a clamar contra aquella ciudad llamándola la ciudad sangrienta; porque si bien el parlamento había tomado la catedral una vez, y luego otra vez la tomó el rey, y mucha sangre fue derramada en la ciudad por causa de la guerra entre el parlamento y el rey, de esto no podía acusarse a la ciudad. Mas luego llegué a comprender que en el tiempo del emperador Diocleciano mil cristianos fueron martirizados en Lichfield, y que por esta razón yo tuve que ir sin zapatos por el río de su sangre y por el charco de su sangre, para que levantara así el recuerdo de la sangre de aquellos mártires, que había sido derramada mil años antes y que yacía fría por las calles. Así que sintiendo en mí esta sangre obedecí a la palabra del Señor. Viejos archivos dan testimonio de cuantos cristianos británicos allí sufrieron, y mucho pudiera haber escrito de lo que yo sentía en mí por la sangre de los mártires que murieron en esta nación por el nombre de Cristo, cuando las diez persecuciones y después; mas esta tarea la dejé al Señor y a Su libro, por el cual todos han de ser juzgados; porque Su libro es el archivo más verídico y Su Espíritu el archivero más exacto.

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